No hay nada poético en la muerte. La muerte “no es para cantar sobre ella, no es para convertirla en arte“, dice Mount Eerie pero él nos atraviesa el corazón con esta sencilla, conmovedora e incómoda canción. No hay estribillos pegadizos, no cae en el sentimentalismo, no hay concesiones de ningún tipo. Es una especie de diario cantado, una crónica de su luto donde lucha por superar su dolor y que nos muestra con crudeza la fragilidad de la condición humana.
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